lunes, 3 de octubre de 2022

viernes, 16 de septiembre de 2022

El arco

Arco, del latín arcus, es el elemento constructivo lineal de forma curvada, que salva el espacio entre dos pilares o muros. Está compuesto por piezas llamadas dovelas y puede adoptar formas curvas diversas. Es muy útil para salvar espacios relativamente grandes con piezas pequeñas.
El arco apareció en Mesopotamia, se utilizó en el Antiguo Egipto, Asiria, Etruria y más adelante en la Roma Antigua. El arco se utilizaba en edificaciones auxiliares, estructuras subterráneas y de drenaje; fueron los romanos los primeros en usarlos en edificios monumentales, aunque se pensaba que los romanos aprendieron su uso de los etruscos. El arco ha sido usado en algunos puentes en China desde las dinastía Sui y en tumbas desde la dinastía Han.
El denominado arco romano es de forma semicircular (medio punto) y construido a partir de un número impar de dovelas, para que haya una dovela central o clave. Los romanos usaron este tipo de arco semicircular en muchas de sus estructuras tradicionales, como acueductos, palacios y anfiteatros
En la Edad Media, el uso del arco con dovelas de piedra alcanzó un elevado desarrollo técnico en la construcción de catedrales; todavía se usa hoy en día en algunas estructuras como en los puentes, aunque con variados materiales.
Los elementos principales (en la imagen) que componen un arco de piedra son:
Las dovelas (2) son piezas en forma de cuña que componen el arco y se caracterizan por su disposición radial. La dovela del centro, que cierra el arco, se llama clave (1). Las dovelas de los extremos y que reciben el peso, se llaman salmer (es la primera dovela del arranque). La parte interior de una dovela se llama intradós (5) y el lomo que no se ve por estar dentro de la construcción, trasdós (3). El despiece de dovelas es la manera como están dispuestas las dovelas en relación con su centro.
La imposta (4) es una moldura o saledizo sobre la cual se asienta un arco o una bóveda. A veces transcurre horizontalmente por la fachada o los muros del edificio, separando las diferentes pantas.
La flecha (6) es la altura del arco y se mide desde la línea de arraque hasta la clave y la luz (7) es el espacio correspondiente al vano, por tanto sería la anchura del arco.
Para contrarrestar los empujes y las cargas del arco, se suelen adosar otros arcos o un sistema de contrafuertes (8) o arbotantes. A veces se utilizan, para sujetar las dovelas inferiores, tirantes metálicos o de madera .

La bóveda

Una bóveda es una obra de mampostería o fábrica de forma curva, que sirve para cubrir el espacio comprendido entre dos muros o una serie de pilares alineados.
Se trata de una estructura muy apropiada para cubrir espacios arquitectónicos amplios con piezas pequeñas. Su geometría puede ser de simple o doble curvatura. En edificaciones modernas el término se aplica a estructuras de cubiertas curvadas, en las que el espesor es muy pequeño comparado con el ancho y el largo, también denominadas cáscaras o cascarones.
Tanto en las antiguas bóvedas como en las modernas la solicitación predominante en sus elementos es de compresión. Sus tensiones se asemejan a las de un arco, o un conjunto de arcos conformando una superficie.
Los materiales empleados en su construcción pueden ser de piedra, llamados dovelas, ladrillo, acero, hormigón armado, etcétera. Las dovelas pueden ir aparejadas "a hueso", esto es, sin trabazón, aunque lo habitual es que se unan con un material aglomerante o mortero.
En la Historia de la Arquitectura las bóvedas, de ladrillo o piedra, tuvieron un papel preeminente en la edificación que han perdido con la generalización de las técnicas y materiales de construcción modernos: primero el acero y después el hormigón armado han posibilitado edificaciones adinteladas de grandes luces, antes sólo abovedadas.
No obstante, las bóvedas de hormigón armado son utilizadas profusamente en ingeniería civil para construir galerías, túneles, cubiertas de grandes luces y, en general, todas aquellas obras donde los elementos trabajando a flexión resultan desventajosos desde un punto de vista técnico y económico.

jueves, 15 de septiembre de 2022

El concepto de arte a través de la Historia

El arte es una manifestación del espíritu humano para expresar determinados valores culturales e ideológicos, con una finalidad estética o comunicativa, a través del que expresa ideas, emociones y una visión propia del mundo, mediante recursos plásticos, sonoros, lingüísticos o mixtos.
El término deriva del latín ars, que significa "habilidad", haciendo referencia a la realización de actividades que requieren una especialización. Surge en la Antigua Grecia y se utilizaba en un sentido más amplio que en la actualidad, al referirse a la destreza y habilidad técnica, manual y mental, que requieren ciertas actividades basadas en un conjunto de normas y reglas.
El arte es un componente fundamental de la cultura de un pueblo o una civilización, reflejando en su concepción los sustratos económicos y sociales, y la transmisión de ideas y valores inherentes a cualquier cultura humana a través del espacio y el tiempo. Ofrece al que lo observa una serie de experiencias de tipo estético, emocional e intelectual.
El concepto de arte ha variado a lo largo de la Historia:





























En las culturas prehistóricas, el arte posee una vertiente irracional que lo vincula al mundo de lo trascendente o lo mágico y espiritual, convirtiéndose así en un poderoso vehículo de las preocupaciones humanas. Fue la pintura la que mostró una evolución más clara, desde las tendencias naturalistas del Paleolítico hasta formas esquemáticas y geométricas del Neolítico. Sobresalen esculturas, grabados, pintura parietal y construcciones megalíticas.








































En el mundo clásico se consideraba como un oficio y los artistas eran artesanos que trabajaban con sus manos e intelecto, cuya labor constituía una actividad de prestigio muy reconocida por la sociedad. No obstante, en la Antigua Grecia poetas y filósofos tenían un rango superior al de arquitectos, escultores y ceramistas. La cultura clásica introduce un marcado sentido humanista, pues el arte se halla al servicio del ser humano, ya sea desde la estética griega o desde el sentido práctico de los romanos.








































Durante la Edad Media se enfatizan los rasgos más irracionales del arte y la religiosidad ocupa casi todas las manifestaciones y expresiones artísticas. Se pretende enseñar y adoctrinar al pueblo mediante el arte, lo que conlleva una utilidad pedagógica, instructiva e incluso de propaganda al servicio de unos fines religiosos. El arte se convierte así en una especie de "Biblia de los iletrados". La literatura, la música y la arquitectura son consideradas artes mayores e intelectuales, por contra la escultura o la pintura son artes manuales. El artista no goza de prestigio social ni cultural y las obras son, en su mayoría, anónimas.








































En el mundo moderno se empiezan a reivindicar los conceptos de inspiración y capacidad de invención artísticas. El Renacimiento abandona el menosprecio de las artes figurativas y se define el carácter liberal, noble e intelectual de la pintura y la escultura. Se secularizan los temas tratados, sin perder de vista la religión, y el ser humano aparece como centro de la naturaleza, recuperándose los planteamientos de la cultura grecolatina. El artista se observa como un "personaje cultivado", con una alta formación intelectual, prestigio y reconocimiento social. A mediados del siglo XVIII, aparece el concepto de "bellas artes" (pintura, escultura, arquitectura, poesía, teatro, música y danza) quedando el arte limitado a la producción de la belleza.




























La llegada del mundo contemporáneo consolida la separación entre las artes mayores y las artes utilitarias o decorativas (cerámica, mobiliario, tapiz, esmalte, etc.), aunque durante el siglo XIX observamos que esta separación pierde validez, ya que la diversidad de la producción plástica pone en cuestión esta división. La búsqueda de la belleza deja de ser el objetivo primordial del artista y la esencia misma del arte comienza a cambiar. Se amplían los campos de actuación y aparecen nuevos medios expresivos, técnicas y lenguajes artísticos. Durante el siglo XX el cine, el diseño, la publicidad, la informática y el video se consolidan como vehículos artísticos contemporáneos, tan válidos como los anteriores, y el artista alcanza el mayor grado de libertad creativa y prestigio social y cultural.